El sol se despide dejando sus últimos rayos dorados sobre la faz de la tierra. Los últimos rayos dorados del sol transforman el paisaje, tornandolo más intimista, dando calidez a los edificios, montañas, rios y mares, y aportándoles una textura casi irreal. Un efecto dificil de conseguir en cualquier otro momento del día.
Parece que la naturaleza y los objetos cobran vida, se llenan de fuerza en su expresión y su luz anaranjada consigue dar tridimensionalidad a los objetos que acaricia a su paso.
Es un instante fugaz, en el que su luz lo inunda todo, en el que una vez más podemos contemplar la belleza en su máximo esplendor.